Vuela colometa

Su mirada reflejaba toda la luz que entraba por los ventanales, su piso era alto y disfrutaba de un estupendas vistas, su rincón de trabajo estaba dispuesto en la esquina de ese mirador, allí disfrutaba de su momento preferido: por la mañana, recién levantada, con el sueño aún prendido en los ojos, ojos llenos de luz reflejada, oliendo a sabanas mojadas de anhelos y desde allí iniciaba su viaje. Cómo cada día en esos breves minutos salía por la ventana y sobrevolaba tejados, rojos, grises y ocres, volaba y se dejaba llevar, aspiraba la brisa y se llenaba de ella, disfrutaba jugando con las palomas y las nubes, en esos breves minutos era ella, volaba desnuda, su melena al aire, sin tensión, ligera como una pluma dando pequeños sorbos a ese café que solía llevar, hablaba consigo misma diciéndose una vez más: ¿por qué sabré volar cuando la luz llena mi mirada, por qué no sé hacerlo cuando, tras terminar mi café, regreso para empezar a caminar a ras del suelo?