Caminaban por el paseo marítimo disfrutando de la tibieza del son invernal y de la brisa del mar que ese día estaba calmo. La brisa de poniente mecía suavemente las olas.
Alba le puso al corriente acerca de Oscar, era imposible que hubiese sido él ya que lo había conocido el día anterior y no hubiese tenido tiempo material para dejar allí la rosa, además ¿Qué sentido tenía? No era una teoría válida.
-Es una locura, por más vueltas que le doy no le encuentro explicación, qué alguien deje una rosa en la entrada de la casa y además en un búcaro muy particular.. Es todo muy rebuscado ¿No te parece?
-Sí que es rebuscado, quizás la explicación sea mucho más sencilla- dijo Amalin que tenía problemas para sujetar la bandolera que llevaba colgada al hombro.
¿Qué te parece si caminamos por la orilla del mar? Las dos llevamos botas y hace tan buen día.
La sugerencia fue bien acogida por Amalin así que dejaron el paseo marítimo para adentrarse en la arena en dirección a la orilla. Sus pasos iban dejando huellas que pronto desaparecían lamidas por las olas.
-¡Como he echado de menos estos paseos!- exclamó Alba que se paró un momento frente al mar abierto aspirando profundamente como si hubiese estado hambrienta de aire fresco.
-No has cambiado nada, dijo Amalin risueña, te recuerdo dando largos paseos, la playa era el lugar que elegías siempre para tus juegos, no te gustaba pasar mucho tiempo en casa, mi madre siempre decía que no te iba a caer el techo en alusión a ello, lo mal que lo pasaba buscándote entre las hamacas cada vez que llegaba la hora de comer o de cenar y no aparecías, con ese pesimismo que la caracteriza te imaginaba ahogada una y otra vez, no le decía nada a Pedro para no preocuparle pero si por ella hubiese sido habría dispuesto una partida de búsqueda día sí y día también. Lo cierto querida es que siempre has hecho lo que te ha dado la gana.
-Pero que morro tienes, tu hacías lo mismo que yo, siempre íbamos juntas- Alba no podía parar de reír ante la ocurrencia de su amiga.
-Sí, pero había una diferencia, yo era más responsable, tenía los pies en la tierra en cambio tu actuabas sin pensar, no tenías miedo, te gustaba soñar e inventar historias para recrearlas en la medida de lo posible, recuerdo que siempre te gustaba jugar a los piratas y no te costaba convencer a los demás niños de que usasen palos como si llevasen espadas y tirasen bolas de arena como si fuesen las bombas que disparaban los cañones de proa a fin de hundir el barco enemigo que bien podía ser la colchoneta de un desprevenido bañista que salía corriendo detrás de nosotros a fin de darnos un buen rapapolvo, afortunadamente solíamos correr más que el.
-Es posible que yo fuese más soñadora sin embargo era tu quien se encerraba horas y horas en la biblioteca leyendo poesía, yo no he sido tan romántica como tú.
-Ni la prosa ni la poesía han sido buen camino para nosotras, parece que ambas lecturas nos han llevado al mismo punto, un desastre con los hombres. ¿Y, bien?
-¿Y, bien?- repitió Alba que no entendió la pregunta.
-¿Sigue Daniel babeando por ti? Siempre habéis tenido mucha química ¿No te animas a darle una oportunidad?
-Te consta lo mucho que quiero a Dani, no me voy a arriesgar a perderle por cruzar la línea, prefiero dejar las cosas como están y creo que él es de la misma opinión, nos respetamos en ese sentido.
-Al pobre no le queda otro remedio porque si le dieses el menor atisbo de esperanza se colaría en tu vida sin pensárselo dos veces.
-Dani siempre va a estar en mi vida, dijo Alba en tono solemne.
-Eso es lo que tú te crees, si Daniel tuviese una novia te aseguro que no vería con buenos ojos que pasase tanto tiempo contigo, tendría que estar pendiente de ella y no de ti y lo mismo pasaría si fuese tú la que tuviese pareja, habéis estado distanciados el tiempo que ha durado tu matrimonio.
-Es distinto, he vivido lejos de aquí, la distancia suele ser devastadora incluso para las relaciones de amistad. A Daniel no le caía bien Pablo y tampoco Pablo sentía mucha simpatía por él de lo contrario hubiese podido pasar algún tiempo con nosotros.
-Aterriza, hija mía, te voy a tener que dar unas clases de realidad a ver si caes del guindo de una vez.
-Pensaba que las chicas góticas erais más sensibles y espirituales- dijo Alba con sarcasmo.
-Soy la misma de siempre la diferencia es que ahora hago lo que me gusta sin tener en cuenta si voy o no a favor de la corriente, tengo bastante claro lo que me gusta y a eso me dedico en mi tiempo libre, no me importa para nada la opinión de los demás y en cuanto a mi aspecto es justo el que me apetece tener, ya me he acostumbrado a que la gente murmure y voltee la cabeza a mi paso.
-Eres muy valiente- dijo Alba con sincera admiración, -Te veo muy reforzada a pesar del mal trago de tu matrimonio, creo que pronto viste con claridad la clase de hombre que era…disculpa, he olvidado su nombre.
-Se llama Rafa, pero no es necesario que lo recuerdes, no vale la pena, tuve un ramalazo de romanticismo y lo he pagado caro, hay que ver la de tonterías que hacemos por amor.
-Mucho hablar y si nos volvemos a enamorar caeríamos otra vez como palomas. Si no fuese así no valdría la pena.
-No digo que no pero de lo que estoy segura es de que nos costará volver a confiar en un hombre y enamorarnos todavía más, hemos perdido la inocencia y ya tenemos desconchones.
- Bienvenidos sean los desconchones si por ellos conseguimos ser más sabias.
-Desde mi punto de vista- dijo Amalin mientras recogía una concha incrustada en la arena- la madurez no existe tal y como nos la pintan, seguimos siendo las mismas personas y la única diferencia es que aprendemos a gestionar mejor las situaciones.
-Me gusta tu punto de vista, cuando me casé era muy joven y la madurez no tenía porque formar parte de mis cualidades sin embargo Pablo exigió que lo fuese al día siguiente de la boda como si la ceremonia tuviese que haberme dotado de ella. La de veces que exclamé en silencio: ¡quiero ser madura!
-Que imbecilidad- respondió Amalin con cara de disgusto –la madurez se adquiere con los años, con la experiencia y cada uno tiene su ritmo, me temo que el único inmaduro era Pablo. ¡Hay que ser imbécil! Pero. Dejemos de hablar de nuestros ex y hagamos planes para la fiesta.
-¿La fiesta?- preguntó Alba sorprendida -¿Vas a dar una fiesta?
-No, la fiesta la vas a dar tú- respondió Amalin con gesto pícaro.
-Te has vuelto loca-replicó Alba negando con la cabeza –Aún no me he instalado, hay mucho que hacer y no sé ni por dónde empezar, no tengo el cuerpo para fiestas.
-Te voy a espolear, no voy a dejar que te hundas en el desanimo, necesitas acción y no lamerte las heridas y flagelarte que es lo que harás cuando estás sola ¿me equivoco?
-Si mi psicólogo te oyese te haría vudú- dijo Alba divertida. –Me conoces bien, entre Dani y tú me vais a matar con tanta actividad.
-Hablando de Dani, debes contarle lo de la rosa y en cuanto lleguemos a la ferretería llamaré a un par de cerrajeros de lo que vienen por allí para que vayan a cambiarte la cerradura esta misma tarde, no me costará conseguirlo, no puedes vivir en tu nueva casa hasta que no tengamos la seguridad de que controlamos quién tiene llaves y quién no. Mira, ya hemos llegado- Amalin señaló con el dedo la ferretería. Habían rebasado el límite de la Malvarrosa y habían llegado a una zona de construcciones nuevas perteneciente al partido de Alboraya conocida con el nombre de La Patacona.
Alba siguió a su amiga y ambas entraron en el establecimiento.
Al otro lado de la calle un hombre vestido con abrigo largo de color negro se agazapó en el quicio de un portal sin dejar de observar a las dos mujeres.
Amalín cogió la agenda de debajo del mostrador y marcó el número de un cerrajero, no tardó en concretar una cita para la seis de la tarde.
-Ya está arreglado- le dijo a Alba satisfecha.
-Gracias, eres muy eficaz- asintió Alba. -Regreso a la Malvarrosa, tengo que esperar a Dani y al cerrajero. Supongo que te veré todos los días a la hora del almuerzo, tu madre vendrá a partir de mañana y estoy segura de que no se moverá de allí hasta bien caída la tarde.
-No lo dudes, amiga. Nos veremos a diario- cogió a Alba de los hombros y la atrajo hacía si dándole dos sonoros besos en las mejillas manifestando así su contento.
Alba emprendió el camino de regreso con paso apresurado, esta vez lo hizo por el paseo marítimo. La Patacona le pareció una zona muy bonita, habían construido de manera bastante civilizada según su entender. Una idea empezó a rondarle por la cabeza.
Al llegar a casa se sintió animada. Amalin le transmitía mucha confianza y no era difícil impregnarse de su eficacia y optimismo. Se quedó mirando el pequeño búcaro con la rosa amarilla y tuvo tentación de tirarla a la basura para así olvidarse de ella pero las palabras de su amiga que aún resonaban en sus oídos se lo impidieron. Esperaría a Dani para que pudiese echar un vistazo.
-¡Que lata! - pensó –Si no tengo bastante con bregar con Pablo ahora tengo que ocuparme de un misterio nada más poner el pie en mi casa.
-El timbre de la puerta sonó y Alba abrió la puerta.
-Ya estoy aquí- dijo un sonriente Dani dándole un beso. -¿Va todo bien? ¿Por dónde empezamos?
-Por aquí- respondió Alba señalando la rosa que destacaba erguida y fresca en el búcaro de fina porcelana.
Continuará...
El mar que hoy ilustra el capitulo de Alba se lo debo a Carmela a la que agradezco que haya querido prestarme sus maravillosas fotos.