Sentada en un banco (Nochevieja 2010)

Me he calentado mucho la cabeza para ver que hacía para despedir el año, por más que recurría a lo tradicional no me encajaba ¡no os creáis! seré tradicional, tomaré una buena cena en estupenda compañía, tomaré las doce uvas, me vestiré (íntimamente) de rojo y desearé, de todo corazón, al levantar mi copa para brindar que el Nuevo Año sea mejor para todos.


Sin embargo antes de este momento, entrañable y mágico, quiero pensar sobre el año que termina ¿Ha sido un buen Año? Con certeza digo que si, los problemas de salud que nos han afectado se han solucionado, hemos tenido trabajo y hemos permanecido juntos, a grandes rasgos es suficiente para concluir que ha sido bueno.

 

Muchas cosas han pasado y las que más me desconciertan son aquellas que no he buscado, situaciones que en ocasiones parecían fruto de la casualidad. No creo en las casualidades, se producen pero pienso que hay alguna razón que las provoca, no acabo de entender el por qué pero así es. Queramos o no hemos de vivirlas y hacerlo con confianza sin temor a equivocarnos, hay que tener cautela pero no tanta como para dejar de vivir. Unas veces diremos NO  porque lo tenemos claro, las peores son aquellas en que todo es confuso, no conocemos el camino seguro y vacilamos, en a estas a las que más temo porque muchas veces no se qué hacer y es entonces cuando me desespero. Debo de aprender a ser menos ansiosa, a dejar que las cosas vayan sucediendo a su ritmo, sin querer forzarlas.

Y con estos buenos deseos me despido hasta el Nuevo año, como veis lo hago sentada en un banco y con una oreja élfica que me permita escuchar y entender más y mejor.

A las doce estaré brindando por todos vosotros pero este año una parte de mi se irá a caminar por las calles de Philadelphia, otro año serán las de Roma, Viena o Bombay.