Vivir en las nubes.

despistado, da.
(Del part. de despistar).
1. adj. Desorientado, distraído, que no se da cuenta de lo que ocurre a su alrededor. U. t. c. s
http://buscon.rae.es/draeI/


Vivir en una nube es algo característico de las personas despistadas, me incluyo entre ellas así que he decidido investigar sobre ello pero no he encontrado mucha información.


Para empezar ya tengo la definición. Es un punto de partida. Es cierto que en ocasiones no me entero de lo que ocurre a mi alrededor por lo que no es extraño que sean muchas las veces en las que tengo escuchar “vives en las nubes” y es que mi despiste no pasa inadvertido, es patente y notorio además cuando te pillan te suelen etiquetar y aquí viene que ni pintado ese refrán que reza “cría fama y échate a dormir” ¡qué bien se nos da etiquetar! Se pierde algo y ya no hay que pensar, todas las miradas se centran en mí y yo me encojo pensando “ya me la he ganado” al mismo tiempo que pongo en marcha mi memoria para averiguar que puede haber pasado con esa cosa que se ha perdido para descubrir, en no pocos de los casos, que no he tenido nada que ver con ello pero, como siempre soy sospechosa,  invierten la carga de la prueba y me toca demostrar mi inocencia.

Por lo poco que he podido leer sobre el tema y basándome en mis propias reflexiones me atrevo a decir que el hecho de ser despistado tiene que ver con la capacidad de concentración y  abstracción, cuando se hacen cosas por inercia y se está pensando en otras distintas lo más natural es que te despistes y pierdas las cosas que llevas en las manos.


Por ejemplo: cuando me dedico a las tareas domésticas no me concentro porque no encuentro en ello excesivo placer, me gusta el resultado pero el proceso es tedioso y aprovecho de (forma inconsciente) para pensar en otras cosas, el resultado es que pierdo los útiles, bien la bayeta de quitar el polvo, bien el limpiacristales, la fregona, etc., etc. . Entonces tengo que ir a buscarlo porque no puedo seguir y hasta yo me sorprendo porque puedo encontrarlos en los lugares más insospechados, a veces ni eso, desaparecen como si se los hubiese tragado el 7º. He puesto remedio porque pierdo mucho tiempo en buscar así que acostumbro a tener los útiles duplicados de forma que si pierdo uno no me molesto en encontrarlo cojo el de repuesto y sigo. Los extraviados van apareciendo a su ritmo a veces es cuestión de minutos y otras es cuestión de días, suelo bromear con ello y me divierte pensar que los objetos tienen vida propia por lo que siguen su camino que no siempre coincide con el mío.

Hasta aquí la cosa no tiene mayor importancia ya que se reduce al ambiente familiar lo malo es cuando te vas a la calle y no has bajado de la nube, aquí empiezan los verdaderos problemas.

Fuente:ilustracionesbeatriz.blogspot.com

El pasado día 30 pensé en ir a la Plaza de Abastos para comprar el pescado que quería preparar para la cena de Nochevieja, habitualmente lo compro en el súper pero en esta ocasión preferí que fuese fresco. Ir al mercado no me gusta, suele ser frecuente que los vendedores voceen la mercancía y además digan cosas como “rubia mira que fresco está el pescado, puede ir solito a la cazuela” o cosas parecidas y ante estas técnicas de marketing tan genuinas yo suelo huir despavorida porque me da mucha vergüenza, es una tontería pero no lo puedo evitar, acabo comprando en los puestos más silenciosos.

Estoy perdiendo el hilo, el caso es que esa mañana me arme de valor y me fui a la Plaza, me paré en el primer puesto de pescado con el que tropecé, pedí una docena de gamba roja, al ir a pagar me encuentro con la sorpresa de que el pescadero me dice esto te lo regalo y además incluyó en la bolsa una botella de Albariño . Por supuesto insistí en pagarlo pero no hubo manera, esto me descolocó totalmente y ya no fui capaz de dar pie con bola, me fui de allí como alma que lleva el diablo, olvide comprar el resto de los ingredientes que necesitaba para la cena, ya no fui capaz de pensar en otra cosa, olvidé el solomillo, los limones y alguna cosa más.

De nuevo en la calle fui consciente de que debía ir a buscar lo que me faltaba y opte por el súper que es una opción segura pero en esto me doy cuenta de que la bolsa del pescado iba goteando, estaba rota así que pensé que tenía muchas papeletas de ser perseguida por una recua de gatos.

Mi confusión iba en aumento y con ello mi despiste, para poder comprar en el súper debía dejar la goteante bolsa en una de las taquillas habilitadas al efecto, era la primera vez que las utilizaba y lo hice con escaso éxito, deposité la bolsa sin dejar de pensar “voy a dejar un buen charco”, intenté depositar la moneda pero la puerta ya se había cerrado, me dirigí al chico que estaba en la caja más cercana en busca de auxilio y él llamó por megafonía a otro compañero, más vergüenza porque la taquilla destilaba líquido marino.

El super estaba lleno así que esperé un buen rato sin que nadie apareciera, en eso se me acercó un señor, surgió de la nada (yo no había reparado en su presencia) y con mucha amabilidad me ofreció su ayuda, estuvo trasteando en la taquilla y liberó la llave trabada. Suspiré aliviada pero no entendía porque me estaban pasando tantas cosas extrañas, la confusión aumentaba así que elegí otra y pude atravesar la barrera de seguridad, compré lo necesario y al regresar a caja, para pagar, caí en la cuenta de que no me había fijado en el número de la taquilla donde había metido la compra, previamente y como medida precautoria había introducido el pescado en otra bolsa para que no gotease con lo cual ya no podía seguirle la pista ni por la vista ni por el olfato, ante mí una hilera de taquillas perfectamente alineadas y yo con una llave en la mano y a punto de ponerme a llorar. En este caso la providencia se apiado de mí, con solo dos intentos acerté.

Llegados a ese punto decidí que lo mejor que podía hacer era volver a casa, el cosmos estaba conspirando y aunque lo estaba haciendo de forma favorable mejor no tentar demasiado a la suerte. Ni qué decir tiene que  invertí en este proceso mucho más tiempo del que hubiese resultado necesario.


Desde luego no se puede decir que vivir en las nubes sea una ventaja, suele divertir a los demás pero no hace excesiva gracia tener la sensación de ser patoso y torpe, así que os pido que más que reíros de mi os riais conmigo.

Algunos de vosotros ya me habéis pillado algún gazapo despistado, no dudéis en avisarme, os lo agradeceré sinceramente y disculpad mis despistes no hay mala fe en ellos, simplemente no me doy cuenta porque estoy en la nube.

Aún sigo pensando en la generosidad del pescadero: ¿me vio cara de pobre, de hambrienta o quiso ligar conmigo? En todo caso ¡Gracias Mr. Fish!

Dedicado a uno que yo me se que anda más despistado que yo!