Los Gatos del Ermitage
Pocos son los visitantes exteriores a la ciudad de San Petersburgo que saben de las transformaciones que se efectúan cuando las imponentes puertas del Museo Ermitage lo cierran al público. Allá en las profundidades de los sótanos umbríos, cincuenta pequeños guardianes silenciosos son liberados para cuidar celosamente, del acceso a las pinturas alojadas en las bóvedas, de la visita de ratas y otras especies indeseadas que se materializan al caer la noche.
Son cincuenta fríos, mortíferos, certeros, inclementes asesinos caminando sobre acolchadas patas, con reflejos instantáneos, con ojos penetrantes listos a detectar cualquier anomalía en la vida silenciosa de las noches del museo para intervenir de inmediato….
Siempre los gatos abundaron en el Ermitage. De los aristocráticos guardianes persas de la época de Catalina la Grande hasta las generaciones actuales, una mezcla de gatos callejeros y domésticos, muchos abandonados en los alrededores del museo, y rescatados por los trabajadores del museo, alternando con los descendientes de aquellos que ingresaron al cuerpo de vigilancia hace ya muchas generaciones.
Los trabajadores del museo y sus hijos se confabulan para obtener fondos destinados a sufragar tanto alimentación cotidiana como atención médica cuando así lo requieran los gatos. Hay incluso concursos infantiles anuales de pinturas de gatos. En los actuales momentos se adelantan dos iniciativas importantes: la redacción de una declaración de "Derechos de los Gatos" conducida por abogados y, por otra parte, la construcción de refugios de madera para gatos, construidos por los carpinteros de el Ermitage para mejor proteger la identidad de los pequeños y abnegados guerreros.
2 comentarios:
Ejem,ejem ,un Hurra por los gatos vigilantes .Lo hechaba de menos
Fué expulsado y andaba como pájaro sin nido
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